Cuando me enteré de quién hará “El Hobbit” pensé “Uff, el del Laberinto del Fauno,la madre que me parió”, sin embargo, al leer que la dirección de “Solaris”(en su versión reciente, la del año 2002) corría a cargo de Steven Soderbergh, me llené de una súbita esperanza, esperándome, iluso de mí, una película digna de un novelón de Ci-Fi del nivel de Solaris. Me he encontrado, por contra, con un film cuya mayor aportación ha sido unas enormes ganas de volver a leer el libro(para encontrarme la verdadera historia, mil veces más profunda y bella a mi juicio, a la par que divulgativa, vamos, que al contrario de lo que pasa con la versión jolubudienese, uno se acaba enterando de qué demonios va el tema), disfrutando más que en su primera lectura si cabe, elevando ese libro a mi panteón particular de la literatura que ha pasado por mis manos. Por ello, quiero spoilearos lo menos posible con la esperanza de que vosotros, ilustres y apreciados geeks sin remedio, quizá algún día leáis una novela que os va al pelo.
Siendo un poco más justo, diría que la película logra , al menos, plasmar esa tensión que late en la novela(si bien lleva demasiado lejos esa inquietud que trae la misma cuando uno no sabe por dónde le llueven los tiros) . Tampoco lo hacen mal los actores principales(algún friki de Lost me dirá si algún día la ve que le suena uno de los protagonistas), pero es que la película está mal enfocada. Soy consciente que es sólo una insignificante opinión, no pretendo hacer creer que esta opinión va a misa, es más, me gustan algunas películas suyas(por poner un ejemplo de películas recientes, ambas partes de las películas sobre el Ché Guevara me parecieron más que decentes), pero , con todos los respetos, señor Soderbergh, ha denigrado usted una interesantísima historia de ciencia-ficción teniendo el valor de llevar a los cines un barullo entrecortado, lento(jamás coge ritmo,uno piensa que será solamente la primera media hora la que cojea,MEC,EPIC FAIL) e indescifrable para cualquiera a la que la palabra “solarística” le suene a la última promoción de viviendas de protección oficial del ilustre “El Pocero”.
Quizá la idea era no aburrir con largas explicaciones sobre los orígenes del planeta, largas disertaciones sobre las diferentes teorías a lo largo de la historia (que no pasa nada por media horita de unas aclaraciones que, además, son de vital importancia, repito, lo más normal es no quedarse con gran cosa o al menos con una idea que no es sino una parte infinitesimal de lo que debería ser si seguimos la novela del señor Lem). Y ya sobre reflexiones internas de Kelvin o sobre algunas de las emocionantes conversaciones con Harey no hablemos, aquí encontramos más bien una serie de sandeces románticas y chorradas varias, aprovechando lo guapete del señor Clooney y dejando de lado algo de una importancia enorme: el verdadero protagonista de Solaris es el propio planeta. No es un escenario, un lienzo más o menos misterioso sobre el que desarrollar una pantomima que parece un folletín científico-abstracto-no-se-entiende de aúpa. Así que, o bien este señor no ha paseado su millonaria vista sobre las páginas de la novela o bien tengo que volver a rechazar, una vez más( dentro de poco perderé la cuenta y me cansaré de decirlo) una afirmación que en casos cómo estos queda bastante en entredicho: una imagen no siempre vale más que mil palabras. Ni mucho menos.