En cada comida se ingieren millones de células, kilómetros de ADN. Este proceso se repite decenas de miles de veces en nuestras vidas. Para hacernos una idea, una persona que viva 80 años y haga 3 comidas diarias, sin contar bisiestos, haría 87600 comidas. Multipliquemos ahora por las millones de células que ingerimos en cada comida y démonos cuenta de lo abrumador que es todo esto. ¿Sabemos realmente cuáles son los obstáculos que encontraremos en ese gran camino, o caminaremos a ciegas? Quizás hallamos ido demasiado lejos en nuestro continuo intento de ser Dios.
Si nos remontamos a su origen, la manipulación genética de alimentos nació como respuesta a las necesidades alimentarias de millones de personas que sufrían(y sufren) de malnutrición. Esta supuesta solución se ha convertido, en cambio, en un negocio más, un negocio que representa grandes cantidades de dinero, además.
Otras de las premisas de esta alteración del ADN eran estas: reducción de productos químicos en la siembra, aumento de la productividad, reducción de los costes y , por último, un buen caballo de Troya para promocionar su nueva máquina de hacer dinero: la preservación del medio ambiente.
Lo primero que hay que aclarar es que los transgénicos no beneficia ni a los hambrientos ni a los agricultores. Lo que en realidad pasa es que el mercado en el que se mueven estos alimentos es un grupo relativamente selecto, formado por personas que son capaces de pagarlo…Esto aún limita más el acceso a una alimentación digna en los países pobres. Además, las innovaciones se dan en los países desarrollados, aumentando la brecha entre el primer mundo y los demás, además de crear una relación de dependencia total. Me explico. Controlando la distribución, se obtiene un sistema en el que unas pocas multinacionales controlan la alimentación de millones de personas Crear semejantes emporios basados en primerísimas necesidades no es para nada ético. Claro que no existe ni nunca existirá ética ninguna en la macroeconomía de las multinacionales. Es mucho más rentable seguir las normas que dicte el caballero Don Dinero y encubrir el siguiente gran negocio en un halo de compasión y colaboración para con una pobreza que todos hemos contribuido para que exista. Un episodio más que nos demuestra que el hombre es un lobo para el hombre. Y creo que lo seguirá siendo siempre.
Tampoco es cierta esa supuesta preservación ambiental. Los insectos y bacterias de las plantas se adaptan y logran resistir fácilmente a todo tipo de modificaciones genéticas, por lo que necesitamos productos químicos más potentes para controlarlas.
Otro de los pilares de este “movimiento” es que los transgénicos no alteran la biodiversidad mundial, cosa que no es cierta realmente. Esta industria pretende estandarizar la producción en lugares concretos y definidos. Esto degenera la generación de biodiversidad por no rotar los cultivos.
Todo esto forma parte de lo que realmente se está haciendo con los alimentos transgénicos. Obviamente, hay una posible solución, una que realmente cumpliera los nobles principios a los que se sujetaba al principio, pero, como ya he dicho, ha caído en el mundo de las multinacionales, lo cual siempre es una sentencia de muerte. Si se creara una organización mundial que se ocupara en controlar esto y enfocarla realmente a lo que se debería, se apaciguaría al menos algo el hambre en el mundo. Las posibilidades son inmensas. Países áridos, desapacibles, impracticables para según que alimentos, dejarían de serlo. Otros que no lo son podrían tener la opción de llevarse algo a la boca.¿Acaso no es honorable?
También es claro que existen inconvenientes, como era de esperar. Jugar a ser Dios no es fácil, ni tan siquiera para los dioses de nuestro tiempo, las poderosas multinacionales. El tema está en que nos resulta relativamente sencillo implantar un gen externo en el ADN, pero no sabemos cuáles podrían ser las consecuencias a largo plazo de la ingesta de transgénicos. Investigando sobre el tema, leí que algunos científicos alertaban que los genes introducidos en el ADN podrían producir proteínas que no se encuentran en la dieta humana, provocando reacciones alérgicas o intoxicaciones graves. Así que creo que sería conveniente promover en la medida de lo posible aún más investigación en este campo, en vez de seguir armándonos como si fuera lo único importante para el ser humano. La bomba del hambre mata más que cualquier otra.
Un Saludo. Habrá más entradas sobre el tema, me gustaría escribir mucho más sobre ello.